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Desde la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Villanueva Mesía, con la colaboración de la Excma. Diputación de Granada, se pone en marcha el Aula de Flamencología "Alfredo Arrebola", primera y única en Granada, con el objetivo de dar a conocer la "Cultura Andaluza" a través del cante, baile y toque.
El aula estará dirigida por D. Alfredo Arrebola Sánchez, Doctor en Filosofía y Letras, Premio Nacional de Flamenco y Flamencología y Director de la Cátedra de Flamencología de la Universidad de Málaga.
Abre sus puertas en diciembre de 2008 dando cabida a todas aquellas personas, sin limitación de edad, tanto de Villanueva Mesía como de toda la provincia de Granada que lo deseen.
Contaremos con los guitarristas Francisco Corpas "Kiki Corpas" y Martín Pinilla y con la profesora de baile y Licenciada en Bellas Artes Dña. Ana Ruiz.
Desde el Aula de Flamencología "Alfredo Arrebola" se llevarán a cabo distintas actividades tales como Navidad Flamenca, exaltación de la Saeta, Recitales, Intercambios Culturales y Artísticos, que serán totalmente gratuitas.

jueves, 12 de febrero de 2009

GRANAINAS

Granada, Granada mía,
Tierra donde me crié.
La Virgen de las Angustias
Fuerzas y salud me dé
Para que te vuelva a ver.

No cabe la menor duda: me tocan las fibras más sensibles de mi corazón flamenco, de mi corazón que se rompe cuando canta por Granaínas. Y es cierto: lo doy todo en estos cantes que acostumbro, por lo general, interpretarlos cuando la voz ya está cansada y rota. Es, simplemente, mi forma de ser y sentir el cante. Por ello, como responsable del Aula Municipal de Flamencología creada por la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Villanueva Mesía – mi tierra natal – y la Diputación Provincial, tengo que poner toda la carne en el asador para explicar y dar a conocer esta bella y difícil forma flamenca. Primero, como cantaor granadino – yo no soy “cantaor malagueño”, como malintencionadamente han pretendido algunos -, sino nacido en la rica y exuberante vega de Villanueva Mesía (Granada), bañada por las aguas del río Genil; y en segundo lugar, como investigador tampoco debo rehusar a poner mi granito de arena en la exposición histórica, literaria y musical de dos estilos flamencos – así los reconoce la flamencología - que, desde siempre, han definido a la bella ciudad de los Cármenes.

Se ha dicho, y con razón, que Granada ha sido siempre una ciudad musical. Tal vez por ello, don Manuel de Falla dijo que “…Granada ha sido el punto principal donde se fundieron los elementos que han originado así las danzas como el “Cante Jondo”, aunque posteriormente se hayan creado formas y denominaciones especiales de estos cantos y danzas en otros lugares de Andalucía, e incluso haya sido en ellos donde mejor se han conservado”. Conforme a estas palabras, Falla manifiesta este juicio sin apoyos históricos, fundándose solamente en el orientalismo de la música y de la danza, perdurables sus características a través de tan amplia denominación islámica sobre la ciudad y su incidencia sobre lo gitano.

Es cierto que Granada no tiene propiamente “cantes flamencos autóctonos”, sino adaptaciones de otros cantes mezclados con la idiosincrasia de esta tierra, lo que significa una creación, pero secundum quid, es decir, aportaciones externas de lo que ya tenía Granada. Esto es: a partir del fandango autóctono aparecerá el cante por granaínas. No debe olvidarse, bajo ningún concepto, que la Granaína – la antigua granadina – no fue más que un fandango alegre y bailable y, seguramente, de una extraordinaria belleza musical. Era, simplemente, el fandango con el que Granada celebraba sus fiestas hasta finales del siglo XIX, como testimonia Antonio Joaquín Afán de Ribera en su obra “Fiestas Populares de Granada” (1885). En él podemos leer:

“Dos cosas tiene Granada
que le envidia el universo:
la Virgen de la Carrera
y San Miguel en el cerro”.

Por otra parte, resulta bastante curioso para la situación de la época de creación de este cante, el no encontrarlo registrado por ningún cantaor reseñado en los catálogos de “Disco Gramófono y Odeón” que, como generales, recogen las grabaciones hasta la fecha 1923 y 1924, tal como afirma Manuel Canto en “La Guitarra. Historia, Estudios y Aportaciones al Arte Flamenco”, pág. 123 (Granada, 1991). Y es digno de reseñar que entre los tratadistas flamencos encontremos desde una omisión, como puede comprobarse en “Mundo y formas del cante flamenco”, de Ricardo Molina y Antonio Mairena (Revista de Occidente, 1963), hasta lo que Domingo Manfredi Cano nos dice “… que la media granadina no tiene siempre buena prensa entre los cabales flamencos, hay quien le niega la sal y el agua y la tiene por hija bastarda que no conviene enseñar demasiado”. Más tarde, sin embargo, diría que es cante bueno, fandango “amoriscado” de la vieja Granada”, cfr. “Cante y baile flamencos” (León, 1973). El poeta y flamencólogo Manuel Ríos Ruiz, cfr. “Introducción al cante flamenco” (Madrid ,1972) afirma que un cante de más reciente creación son las granainas y medias granainas, fandangos que empiezan a divulgar Frasquito Yerbagüena, Paquillo el del Gas, El Calabacino, El Tejeringuero, cantaores locales, y que difundieron Antonio Chacón y otros cantaores bajo-andaluces como Vallejo, Centeno, Canalejas, El Pena…”.Y otra opinión es la de Carlos Almendros quien dice “…granadinas que proceden del tronco de las malagueñas. Fue D. Antonio Chacón quien les dio la musicalidad y solemnidad profunda que tienen”, cfr. “Todo lo básico sobre el flamenco”, pág. 67 (Barcelona, 1973).

Yo he podido averiguar que las granadinas no son cantes recientes, sino que se cantaban en las reuniones y en los incipientes cafés cantantes no sólo en Granada, sino en todas las ciudades andaluzas hacia la mitad del siglo XIX, en fiel testimonio de Serafín Estébanez Calderón – cfr. “Escenas Andaluzas. Un baile en Triana” (Madrid, 1847) – quien nos dice: “… Cuando los principales cantadores apuran sus fuerzas, se suspenden las tonadas y polos de punta, de dificultad y lucimiento, y entran en liza con la Rondeña o la Granadina, otros cantaores y cantaoras, de no tanta ejecución, pero no inferiores en el buen estilo”. La granadina fue también un baile, allá por el 1860/70, que subió a los escenarios de los principales teatros andaluces. Fue, en fin, uno de esos fandangos que, por obra y gracia de los artistas flamencos, entró en el repertorio de aquellos que hicieron del cante su “modus vivendi”. Famosas fueron, cómo no, las granadinas de África Vázquez, natural de La Peza (Granada), que las cantó en el Café Silverio de Sevilla a finales del siglo XIX: “Viva Graná que es mi tierra, / viva el Puente del Genil, / la Virgen de las Angustias, / la Alhambra y el Albaicín”. Esta sería posiblemente la granadina que conoció y engrandeció don Antonio Chacón (1869-1929). Ese cante, la “granaina chica”, la que, según Fernando el de Triana, “… en razón debiera llamarse media granadina, que a pesar de no ser tan complicada como los otros cantes, es de una valentía enorme y hay que tener grandes pulmones para cantarla”, cfr. “Arte y artistas flamencos”, pág. 271 (Madrid, 1935). Por tanto, la “Granadina” es una “recreación” del fandango natural en la voz del intérprete, bajo la influencia de melismas árabes. Por ello la “Granadina” ha evolucionado hacia una modalidad más discordante, de cualidad ciertamente oriental, que el fandango. Lo que ha conducido a ser considerarla como una modalidad propia dentro del frondoso árbol flamenco. Es decir, tiene su propia naturaleza.
Alfredo Arrebola, Profesor-Cantaor

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